Posteado por: escritor apasionado | 17 noviembre 2009

La soledad no es el infierno

Hay un post de Ali que me ha dejado pensando. Y razón no le falta porque he sido testigo muchas veces del enorme prejuicio social que circunda en el ambiente cuando quienes tienen pareja, miran con lástima a quienes se encuentran solos. Producto de ello se compadecen de quienes por un tiempo se sumergen en el mar de la soledad, sin darse cuenta que frecuentemente la mayoría busca pareja como un medio que los mantiene en la superficie para no morir ahogados por esa sed de afecto, sexo o de aprobación social.

Erich Fromm en El miedo a la libertad, señala con acierto que uno debe ser auténtico y transparente consigo mismo al momento de tomar decisiones y nunca dejarnos llevar por la presión social para solo quedar bien con ellos. Si todos nuestros amigos nos gritan a los cuatro vientos que estemos con tal o cual persona, nosotros somos los únicos capaces de tomar la decisión de estar con esa persona -o de romper con ella. Los demás tienen derecho a sugerirnos con quien estar –o con quien no-, pero también tienen el deber de respetar nuestra decisión y espacio de soledad.

Cuando dejamos de tener pareja nuestros amigos salen a buscarnos a alguien con quien emparejarnos. Como si tener pareja fuera una condición necesaria para sentirse mejor que quienes no la tienen. Me aterra ver personas que le tienen un temor profundo a la soledad, como si fuera el mismo infierno. ¿No será que en realidad a lo que le temen es a encontrarse consigo mismos y poder descubrirse interiormente? ¿No será que tienen miedo a quitarse la máscara con la que salen a diario para aparentar ser como los demás quieren que uno sea?

La vida tiene etapas que hay que aprender a vivirlas en su máxima expresión. Así como hubo días, semanas, meses o años en las que estuvimos inmersos en una relación. Del mismo modo también hay tiempo para que la soledad sane las heridas que hay dentro, para que en medio del silencio escuchemos la voz de nuestro corazón que nos dice en qué tenemos que cambiar.

Lo bueno de las relaciones es que nos dejan un aprendizaje respecto a los errores que debemos corregir en una relación futura. El peor error que puede cometer una persona que acaba de salir de una relación es involucrarse con otra por simple despecho. Es mentira eso de que un clavo saca otro clavo. A las personas no se les debe usar como anestesia pasajera que adormece el sufrimiento emanado por la ruptura de una relación.

El amor cae por su propio peso en el tiempo y espacio mejor indicados sin que lo esperemos ni busquemos. Es otro error común salir desesperado con cuantas personas podamos para ver con cuál de ellas llegamos a hacer “click”. Eso no implica tampoco que vayamos a vivir encerrados en nuestras cuatro paredes. Importa mucho el salir con las amistades y compartir experiencias en común. Pero otra cosa es mostrar desesperación por conseguir a costa de todo una “compañía” que solucione momentáneamente el vacío que llevamos dentro.
La soledad es una buena oportunidad para encontrarnos con nosotros mismos, para reconciliarnos con nuestro ser, del cuál a veces huimos sin saber hacia dónde realmente lo llevamos.

Estar solo por un tiempo es marcar la diferencia, es no dejarse llevar por la tentación fácil de “acompañarse” temporalmente con alguien a costa de jugar con sus sentimientos. Es luchar contra ese “cliché” social que nos dice: “emparéjate como puedas”. Tarde o temprano llegará el día menos esperado la persona que complemente nuestro ser, que no solo estremezca nuestros sentidos y nos llene de emociones nuevas, sino que además nos llene espiritualmente, que nos haga confirmar que la vida siempre nos dará nuevas oportunidades para ser feliz.

Todo tiene un sentido en la vida, descubrir el sentido que tiene una etapa de soledad en la nuestra es conocerse más a si mismo para poder amar en libertad, libre de todo prejuicio y atadura mental.

Acá les dejo con Jezebel, de mi grupo favorito: Depeche Mode


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