Me aferré a Dios

A partir de entonces mi refugio en Dios se hizo más intenso, al inicio le rogué a Dios que volviera con ella, pero después no dejaba de orar para pedirle que me diera fuerzas para poder sobrellevar la vida a pesar del dolor inmenso que sentía por dentro. Y lo logré, conforme iba fortaleciendo mi relación con Dios, las semanas siguientes me sentí con una paz en mi corazón que hacía que me sintiera tranquilo, en paz, confiado en que el Amor de Dios estaba por encima de cualquier dolor humano.

A pesar de eso, estaba desorientado respecto a qué hacer con mi vida. Yo estaba solo en Lima. Ella no sólo fue el amor de mi vida, sino también la persona más importante a quien podía recurrir en Lima, pero ahora que ella ya no estaba, ¿A quién iba a recurrir? Empecé a escribir correos electrónicos a mis amigos más cercanos, pensé en renunciar a mi trabajo y largarme a otro país a empezar una nueva vida. Pero luego pensé que si hacía eso, era un cobarde por no afrontar el problema. Así que mejor decidí quedarme.
En mi soledad aprendí a descubrir la grandeza que Dios te da en medio del sufrimiento y del dolor, en este caso, fue una herida que yacía lacerante en mi corazón por causa de un amor que se fue sin pedirlo.

Antes que nada, quiero agradecer a los lectores la acogida que ha tenido este post y motivado por ello, decido ampliar más la experiencia que inicialmente conté:

Quizás parezca una contradicción, pero cuando se terminó esa relación amorosa que duró 8 largos años, no sabía qué hacer con mi vida, no sabía qué me había pasado, no quería asumir aún mi derrota.

Semanas después Dios me ayudó a asumir mi derrota y no me siento mal en reconocer que perdí, pues esa caída sentimental me hizo más humano, me hizo conocerme más, me hizo crecer en vida interior.

Aunque debo reconocer también que el costo fue muy grande, tuve que tragarme mi orgullo, mi egoísmo, mis tontos prejuicios que un día me hicieron preso de una jaula que yo mismo construí.

Pero al final fue Dios quien a pesar de mis debilidades, se hizo como una presencia constante en mi vida, sin El creo que hasta no hubiera tenido siquiera el valor de seguir viviendo, porque en un momento incluso pensé tontamente en quitarme la vida, pero el Amor de Dios en mi corazón fue superior a ese temor de enfrentar el alejamiento de una mujer que un día me hizo soñar y reir, que incluso estábamos en planes de casarnos -faltaban apenas dos meses para concretarlo-, pero que luego todo se tornó un martirio, un delirio sin fin.

Además debo agradecer a Dios porque al inicio cuando tuve la ruptura no podía comprender la voluntad de Dios, yo me preguntaba, ¿Por qué Dios me has quitado al ser que más amé? y en ese momento solo había silencio y soledad, pero fue justamente ese silencio y la oración la que me permitió escuchar la voz de Dios en mi corazón y poder no solo sanar la herida honda que yacía lacerante en mi alma, sino que luego pude comprender que casarme con ella no formaba parte de la voluntad de Dios y tuve que tener una fortaleza espiritual muy grande para aceptar y luego querer la voluntad divina.

Hoy que ha pasado mucho tiempo, agradezco a Dios porque el aferrarme a El, me permitió calmarle cuando lloraba, me permitió sentir paz cuando mi corazón se partía en dos…

Al inicio le oraba a Dios y le decía: «Señor, por favor, permíteme volver con ella». Pero solo obtuve silencio. Meses después comprendí que no tenía sentido volver con ella porque de haber sido así mi supuesto matrimonio hubiera sido un auténtico fracaso.

Esa ruptura me hizo cambiar mi forma de pensar, de ver la vida, de vivir el amor, de mirar el mundo, rompió sin permiso todos mis esquemas.

Debo aclarar que el aferrarme a Dios no me hace ningún santurrón porque al igual que ustedes soy un ser humano que también comete errores, que también tiene debilidades y que en algunas temporadas también se aleja de Dios, pero a pesar de eso, siempre vuelvo a El. Dios ha sido mi mejor amigo, el que nunca me ha fallado, a pesar que yo sí le he fallado muchas veces. Trato al menos de luchar por mejorar cada día.

La oración forjó en mi alma un cimiento suficiente para no romper la esperanza ni la ilusión de volver a enamorarme, pues no siento rencor ni odio hacia la persona que me hizo daño, al contrario deseo que Dios la bendiga, deseo que todas las personas se amen de verdad y me siento seguro que un día conoceré de manera inesperada a alguien que realmente se merezca mi amor y pueda vivirlo en su máxima expresión haciendo feliz a la persona que un día tenga a mi lado, no como una posesión mía porque no somos dueños de nada ni de nadie, sino como alguien a quien entregar mi amor entero, porque soy de las personas que considera que cuando amas, debes entregarlo todo sin intereses ni condiciones, sin cálculos ni reservas. Dios llena nuestro corazón de un amor pleno para conocernos, amarnos y luego amar a quien corresponda.